Sin duda alguna, todos en algún momento hemos pensado sobre cómo ser más feliz.
¿Qué hay que hacer para lograrlo?
¿En qué consiste la felicidad?
¿Ser más feliz es una cuestión de actitud o de aptitudes de nacimiento? ¿Cuáles son las claves para ser más feliz cada día?
Estas preguntas -y otras más- voy a tratar de responderlas en este artículo. Pero quiero ir más allá de los consejos rápidos para lograr esa deseada felicidad. Porque bajo mi punto de vista, esto trata de algo más profundo que unas simples acciones, o actitudes, que realizar…
Índice de contenidos
- ¿Qué es la felicidad?
- ¿Qué se supone que es eso de ser feliz?
- No es lo que me pasa: es lo que hago con lo que me sucede
- Ser feliz sin nada
- Entonces, ¿qué me impide ser más feliz?
- Qué hacer para ser más feliz con uno mismo
- Guía para ser más feliz
- 1. Acepta lo que te sucede y busca cómo puede mejorarte
- 2. Busca el equilibrio
- 3. Acaba con los sentimientos de culpa
- 4. Fomenta tu valoración personal
- Conclusiones
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¿Qué es la felicidad?
Cuando pensamos lo que debe ser una persona feliz, nos suele venir a la mente la imagen de alguien sonriente, que está satisfecha de su vida. Que le va todo bien. Pareciera que ha sido agraciada por la diosa de la fortuna y todos sus asuntos están en perfecto estado.
Su trabajo (o negocio), va viento en popa.
Su relación de pareja, fenomenal.
¿Amigos? Varios y muy queridos. De esos de los que se acuerdan de ti, se preocupan de cómo te va. Tenéis planes juntos y disfrutáis de vuestra compañía mutua.
Una persona feliz, desde luego, tiene algunas aficiones. Y éstas pueden ser de nivel social (un grupo con el que comparte el gusto por algo, como una clase de yoga o un equipo de baloncesto). O a nivel personal: tocar un instrumento musical, leer, escribir, montar puzles…
También ha de ser una persona calmada, paciente. Llena de tranquilidad y sosiego. Porque claro: nadie imagina que una persona feliz pierda los nervios o estalle en un ataque de ira, ¿verdad?
Bien, pues todo esto no es más que una imagen idealizada, distorsionada y muy irreal de lo que es -o debería ser- alguien feliz.
Porque una persona que se considere feliz, y si es que lo reconoce como algo real y no como algo que le gustaría ser, es alguien que tiene retos y problemas, como todo el mundo. No se encuentra exento de ellos (y nadie lo estará jamás, asúmelo).
¿Qué se supone que es eso de ser feliz?
Consultando el diccionario, podemos ver que la felicidad es algo así como la ausencia de problemas e inconvenientes en nuestra vida. De nuevo, volvemos a la situación irreal de tener una vida exenta de retos.
Porque seamos sinceros: ¿ha habido, en algún momento de nuestra vida, un espacio donde no hubo ningún problema?
Tal vez recordemos una época donde todo parecía que iba genial. Pero siempre había algo, en una faceta, que hacía que no todo fuera ‘perfecto’.
Y es que siempre habrá retos, problemas y dificultades. Y nunca me cansaré de decirte que asumas que esto es así. Porque la vida consiste en eso: que haya situaciones que nos hagan estar incómodos. Para movernos, avanzar y superarnos gracias al contratiempo.
Como dice la frase popular, un buen marinero no se hace en aguas tranquilas. Así que ya podemos olvidarnos del concepto ‘fuera problemas’ cuando queramos hablar de la felicidad y de la vida en general.
Entonces, ¿a qué nos lleva ser conscientes de esto? A entender que problemas, dificultades y retos, no son ajenos a la felicidad.
Lo que importa es la forma en la cual los afrontamos. Cómo los percibimos interiormente.
Porque la felicidad tiene que ver justamente con eso: con nuestro estado interior. Ya te dije que esto iba por un camino más profundo… Y ahora veremos por qué.
No es lo que me pasa: es lo que hago con lo que me sucede
Al principio se detallaron una serie de características que, en líneas generales, pensamos que ha de tener alguien feliz.
Ahora, vamos a imaginar a la siguiente persona. Alguien que tiene pocos amigos. Trabaja en algo que no es considerado edificador o importante; además, debido a su sueldo bajo, le cuesta llegar a fin de mes. Tiene uno o dos amigos, a los que no ve mucho. No tiene pareja. Sus aficiones son muy simples, como sentarse en un parque a ver la gente pasar y hacer crucigramas. En lo referente a la salud, tiene problemas en una pierna (que le causan dolor de forma habitual) y cierto sobrepeso.
Cualquiera diría que esta persona no tiene las características necesarias para ser feliz, ¿verdad? Porque: ¿cómo va a ser feliz si tiene problemas económicos, su salud está deteriorada y no tiene abundancia de relaciones personales? Tampoco aficiones que le ayuden a tener experiencias consideradas interesantes.
Pues déjame decirte que esta persona puede ser perfectamente feliz. Porque la forma en la cual gestiona lo que le ocurre, le aporta la satisfacción que necesita para sentirse en paz consigo misma. Y, además, agradecida.
Porque la felicidad trata de eso: paz, calma interior, equilibrio y agradecimiento.
Y todo esto no es algo que llegue de afuera, sino que es el resultado de cómo procesamos todo lo que nos sucede. Tal y como dijo el filósofo griego Epicteto: “a las personas no les molestan las cosas, sino las opiniones que les dan a esas cosas”.
Con esto, ya vamos viendo algo clave en este asunto de cómo ser más feliz: no depende de lo que te ocurra o haya en tu vida, sino de cómo estés tú por dentro. Y las interpretaciones personales que hagas de las experiencias que tienes.
Ser feliz sin nada
¿Esto significa que una persona podría llegar a ser feliz sin nada? Sin duda, es muy posible. De hecho, en el mundo hay multitud de ejemplos que lo confirman.
Si vives en occidente, estarás muy acostumbrado a ciertas cosas que ya asumes que no pueden faltar de tu vida. Esto podría ser cierto nivel de tecnología, como el teléfono, tablet o pc. Seguramente, tendrás tú o alguien de tu familia un automóvil (o incluso un par). Puede que te permitas pagar una cuota en un gimnasio al cual sueles ir a entrenar.
Ahora, imagínate que de tu vida empezarán a desaparecer esas cosas. Estoy seguro que las echarías en falta y que, incluso, te restaría cierto nivel de bienestar y/o felicidad.
Sin embargo, en otros lugares del mundo hay personas que no tienen nada de eso, y no por ello son infelices o desdichadas. Puedes pensar que estas cosas son lujos para ellas y que no las echan en falta porque no pueden acceder a su posesión.
Cierto, hay situaciones así. Pero también las hay donde las personas viven sin nada de eso, y no experimentan ningún tipo de problema. No se sienten mal por no tener esas ventajas que tú disfrutas.
Recuerdo un viaje de varios meses que hice por India. Lo primero que eché en falta fue tener el teléfono todo el día conmigo. En aquel entonces, el tema del ‘roaming’ no era como hoy, así que había muchos lugares donde no tenías acceso a operadores de telefonía compatibles con la compañía que hubieras contratado. Y los precios eran elevadísimos, así que optaba por no usar el teléfono (sólo lo tenía por alguna urgencia).

Tampoco me llevé un pc portátil (o ‘laptop’). Así que además de no tener acceso al teléfono, no accedía a redes sociales o correo electrónico. Sólo lo hacía cuando iba, expresamente, a un lugar con conexión a internet y pc para el uso público.
Los primeros días fueron muy extraños para mí. Notaba como si algo me faltara. A eso, había que sumarle el no poder ver películas y series en momentos de descanso (no veo televisión, pero me apasiona el cine). Lo único que podía hacer cuando me encontraba a solas, era leer y escribir.
No tardé en acostumbrarme y valorar la nueva situación. De hecho, sentí liberarme del ‘peso’ de la tecnología y la necesidad que nos hemos formado con ella. Y agradecí el fortalecer la práctica de la lectura y la escritura.
¿Era feliz en ese estado? Sin duda. ¿Más? Pues lo cierto es que sí, porque como decía antes sentí una liberación. Y eso -liberarte- tiene que ver con el estado anímico de uno mismo. Y como dije anteriormente, la felicidad tiene que ver más sobre cómo te sientes: tu nivel de paz interior.
En aquel lejano lugar, conocí a personas que a veces apenas llegaban para juntar las tres comidas del día. Muchas, caminaban descalzas. Seguramente dispondrían de un par de recambios de ropa.
Y sin embargo, sonreían como si tuvieran un sol en la cara. Sonrisas sinceras, amplias y bonitas. Esto no es característico de aquel país, porque también conocí otro tipo de personas que no eran así. Pero lo que quiero decir con ello es que hay gente -da igual dónde- que es feliz con mucho menos de lo que tienes tú.
Así que no se trata de tener. Sino de ser.
Entonces, ¿qué me impide ser más feliz?
Voy a ser muy directo en este aspecto. Lo que te impide ser feliz no es el gobierno, la crisis económica, tu jefe o esa suegra que no te deja tranquilo cuando coincides con ella.
No hay nada ahí fuera que te impida ser más feliz. El único que te boicotea para ello, eres tú mismo.
Sí, sé que es muy difícil sentirse bien cuando tienes problemas de primera índole. Tal y como indicaba el psicólogo Abraham Maslow, hay una serie de necesidades tales como alimentarse, disponer de un lugar donde refugiarse, tener bien las relaciones familiares… que si no están cubiertas, muy difícilmente podremos sentirnos bien.
Entiendo que ha de ser muy complicado cuando tienes un familiar gravemente enfermo. O cuando te has quedado sin trabajo y tienes a tu cargo un hogar con más personas a tu cargo.
Pero la gran mayoría de las personas no lidia con problemas así de una forma sostenida en su vida. Si te encuentras viviendo en un país donde comer y vivir en una casa sea lo más normal, seguramente tus problemas diarios sean mucho más leves de los descritos anteriormente.
Aunque sé que, no por ello, tus problemas no dejan de importarte a ti. Y esa es la cuestión: cómo gestionas los retos (aquello que te sucede en tu vida) y el ‘monstruo’ que sueles hacer de ellos.
La forma en la cual encaras las situaciones, el nivel de importancia y foco que le das y la manera en la cual relativizas lo que te ocurre, marca la diferencia en cómo te sientes ante los retos. Y eso, hace que te permitas -o no- ser feliz.
Es por ello que, como decía antes, tú mismo eres la única persona que puede evitar que seas más feliz.
Qué hacer para ser más feliz con uno mismo
Ser feliz con uno mismo debería ser la mayor de nuestras prioridades. Porque como no te sientas en paz con tu propia persona… créeme que jamás lo estarás -totalmente- con nadie.
Las personas que temen el silencio, no son felices con ellas mismas. Aquellas que detestan la soledad, aún no han descubierto los beneficios de su propia compañía. Buscan, afuera, algo que les pueda ocultar el dolor y el pesar que llevan dentro.
Hoy en día, se nos educa y programa para que ofrezcamos un tipo de imagen que cuadre con el resto. Por ello, se nos invita a que no demostremos totalmente nuestras emociones. Que seamos ‘políticamente correctos’.
Llevar siempre una máscara, la cual es retirada sólo cuando nadie nos ve. Y es esa realidad escondida la que más tememos. Por ello, buscamos ocultarla con personas, experiencias, entretenimiento… Cualquier cosa que haga que pongamos nuestro foco de atención en algo diferente: para no encarar el dolor que nos produce lo que escondemos a los demás.
¿Quieres saber qué hacer para ser más feliz contigo mismo? Bien, pues la respuesta es tan sencilla como complicada: enfréntate contigo mismo, explora y abraza a tus demonios internos (cambiando los que puedas y aceptando los que no), reconoce tus virtudes, cualidades y quiérete tal cual eres.
Fácil de decir, ¿verdad? Pero la práctica, no lo es tanto… No para el que no desea esforzarse.
Guía para ser más feliz
Vamos a recopilar lo visto hasta el momento:
- Tenemos un concepto, de forma general, equivocado respecto a lo que es una persona feliz.
- La felicidad no trata de tener, sino de ser.
- Cómo interpretamos las situaciones en nuestra vida, marca la diferencia a la hora de sentirnos de una forma u otra ante ellas.
- Conocerse a uno mismo -y aceptarse-, es clave para el proceso de ser feliz con tu propia compañía.
Como podemos ver, si queremos reunir alguna especie de guía o pasos para ser más felices, no se trata únicamente de cosas como hacer deporte, pasear por la naturaleza, ser más sociables, agradecer y otra serie de consejos similares que verás en otras partes.
No digo que eso no pueda ofrecer alguna ventaja. Desde luego que lo hace. Pero bajo mi punto de vista, lo más vital y esencial no se toca en esas indicaciones. Así que voy a dar las cuatro claves que yo considero más necesarias.
1. Acepta lo que te sucede y busca cómo puede mejorarte
La vida está compuesta por todo tipo de situaciones, las cuales no son siempre de nuestra conveniencia. Y si te fijas, las forma en la cual reaccionamos ante ellas hace que nuestro estado anímico sea de un tipo en específico.
Pensamos que hay cosas ‘buenas’ y cosas ‘malas’. Pero, ¿quién dictamina cuándo es de un tipo o de otro? Porque pareciera ser que, en realidad, no hay una clara definición.
Un evento le puede parecer, a una persona, algo perturbador, incómodo o desagradable. Mientras que, a otra, darle exactamente igual.
Un ejemplo simple de esto podría ser el caso de alguien que, caminando por la calle, se encuentra ante una cucaracha. Su reacción podría ser de asco, repulsión e incluso dar un salto instintivo para evitarla rápidamente. Mientras que otra persona, simplemente pasaría por encima de ella, sin alterarse lo más mínimo.
En realidad, los hechos no son -objetivamente hablando- buenos o malos. Es nuestra interpretación de éstos lo que les pone una ‘etiqueta’. Y en base a ella, tendremos un tipo de reacción definida.
Puede ser que haya eventos que tengan un tipo de opinión generalizada. La muerte de alguien, un accidente inesperado, una enfermedad seria… Situaciones que la gran mayoría, suele etiquetar como negativas e indeseables.

Mas, en cualquier caso, la forma en la cual interpretemos las situaciones hará que el procesamiento que hagamos de las mismas sea conveniente para nosotros.
Aceptar todo aquello que nos suceda, nos ayudará a que dicho procesamiento sea más sencillo. Y que, además, nos dé alguna oportunidad extra de acción.
¿Pero qué significa aceptar? ¿Acaso he de tener una actitud de alegría cuando me suceda algo horrible? No, nada que ver. Nadie habla de no sentir dolor, tristeza u otro tipo de emociones parecidas cuando nos sucede algo indeseado. Pero no es lo mismo tener ese tipo de sensaciones y quedarse ‘anclado’ en la víctima, que aceptar la situación y tirar adelante, con una actitud de superación.
Aceptar significa dar reconocimiento a la situación ocurrida. Permitir su existencia. No maldecir o clamar al cielo para que eso no ocurra, sino asumir que eso ha de estar y que lo mejor que podemos hacer es entenderlo y maniobrar de una manera que sea lo más positiva para nosotros.
Sabemos que en la vida ocurren desgracias de todo tipo. Cuando nos enteramos de que alguien quedó viudo, sufrió una enfermedad o perdió el trabajo, solemos comentar (o al menos, pensar) que la vida es así y que hay que seguir adelante. Que lo mejor es tener una buena actitud ante los hechos, porque lo queramos o no igualmente van a estar.
Pero cuando nos ocurre a nosotros, la cosa cambia. Nos embarcamos es una serie de emociones y actitudes victimistas de rechazo, como niños con una pataleta, que nos ponen en una situación muy diferente de lo que creemos que otros deberían hacer en momentos similares.
Entonces, ¿cuál es la mejor forma de proceder ante los hechos indeseados de la vida? Bajo mi forma de verlo, sería algo así:
- Aceptar la situación, aunque ésta no me guste. Si aparecen emociones negativas, vivirlas. No negarlas, sino sentirlas para que sean expresadas. Han de tener su espacio. Pero no me quedaré ahí, en la eterna víctima. Como decía Buda, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Y el sufrimiento es quedarse paralizado en el “no quiero que esto me suceda”. Por ello, la aceptación es tan importante.
- Pensar en cuáles de mis actos y decisiones pudieron hacer que ese evento llegase a mi vida. De esta forma, podré asumir consecuencias y hacer las cosas mejor más adelante.
- ¿Qué mejoras puede aportarme esa situación? ¿Qué puedo aprender? ¿Cómo puede mejorar mi vida o mi persona? Incluso en algo como la muerte de un ser querido, podemos aprender algo. Como, por ejemplo, a disfrutar más de nuestra gente cuando la tenemos disponible. A valorar más a las personas y las relaciones.
Una persona que acepta lo que le sucede sin deshacerse en dramas personales, siempre tendrá más posibilidades de estar calmada, en control de la situación. Y ello, le ayudará a ser más feliz (y tomar mejores decisiones).
2. Busca el equilibrio
Si hay una lección que se ha presentado varias veces en mi vida, es la del equilibrio. Y siempre que he trabajado este aspecto con más ahínco y dedicación, me he dado cuenta de lo sumamente importante que es para mi bienestar personal.
Nuestra vida se compone de varias facetas, que de forma general se encuentran en todos. Podríamos nombrar las más básica, como salud, relaciones, amor, trabajo, ocio, aprendizajes… Una serie de pilares básicos que sustentan nuestra vida.
¿Cuándo nos encontramos en equilibrio? Cuando les prestamos atención a todos, de una forma más o menos similar. ¿Y qué nos causa desequilibrio? Pues precisamente lo contrario: los atendemos de forma diferente, dando más atención a unos que a otros.
Es comprensible, por ejemplo, prestar más atención al pilar de la familia y dar prioridad a nuestros hijos, que al del aprendizaje personal. Pero no es lo mismo atender más a tu familia y dedicar algo de tiempo a tu propio crecimiento, que olvidarte totalmente del mismo porque le das toda la atención a tu hogar (u otra cosa).
El desequilibrio llega cuando anulamos alguno de nuestros aspectos personales para hacer crecer otro. Un claro ejemplo es la persona que le da su máxima atención al trabajo. Tanto, que no tiene tiempo para hacer algo de ejercicio y cuidarse más.
3. Acaba con los sentimientos de culpa
Pocas cosas hay tan dañinas para la autoimagen personal como los sentimientos de culpa. Son auténticos destructores de la felicidad, pues nos inducen a un estado de ánimo muy bajo, con una autopercepción totalmente distorsionada.
Cuando recordamos algo por lo que sentimos culpa, automáticamente nos posicionamos en un lugar psicológico y emocional donde el bienestar desaparece. Es como si encendiéramos un interruptor que da entrada a un caudal de emociones negativas, que nos llevan hacia un sentir que nada tiene que ver con la paz, la calma o cualquier otro sentimiento constructivo y/o agradable.
El sentimiento de culpa llega por nuestras acciones, aquellas que hicimos o que hemos dejado de hacer. Tiene que ver con nuestras decisiones, la implicación de nuestros actos en algún asunto o materia. Y el juicio que le damos a nuestro comportamiento.

Nadie puede estar en paz consigo mismo cuando tiene sentimientos de culpa acosándole. Y muchos de ellos se refuerzan, día a día, con las decisiones que tomamos. Cada vez que comes algo que no te va bien para tus objetivos, dejas que alguien te trate de mala manera, permites que tu jefe se aproveche de ti o sigues manteniendo una adicción, estás creando sentimientos de culpa que no te dejarán vivir tranquilo. Porque cada vez que recuerdes la situación y la responsabilidad que tienes en tus acciones, te sentirás mal.
Son una fuga constante de bienestar. Por ello, bajo mi punto de vista es de los asuntos que mayor prioridad han de llevarse, para ser solucionados cuanto antes. Abordar la resolución de los temas que crean conflictos internos en forma de culpa, nos pondrá en camino de la recuperación de la calma y autoestima.
Un sentimiento de culpa es como caminar con una piedra dentro de un zapato: siempre te va a molestar. Si llevas demasiado tiempo con ella, pensarás que terminarás acostumbrándote. Pero la realidad es que lo único que conseguirás es crear un problema cada vez mayor. Y, generalmente, este problema no solo implica a la cuestión en concreto relacionada con el sentimiento de culpa, sino que lo que hará además es minar tu imagen personal. Pues te sentirás menos capaz, valioso y resolutivo de lo que realmente eres, al entender que no estás tomando las decisiones y acciones necesarias para acabar con el problema.
Mi consejo: aborda cada situación de forma única y en exclusiva. Algo que llevas arrastrando cierto tiempo y que te crea culpa, no es una situación de fácil solución (sino, ya la habrías resuelto hace tiempo). Es por ello que lo mejor que se puede hacer en circunstancias así, es dedicarle todo tu foco de atención y energía para resolver el problema.
Analiza qué pasos puedes dar para, poco a poco, ir avanzando en la resolución del conflicto. Si tienes una mala alimentación, podrías pensar en consultar a un profesional que te oriente en tus hábitos. O, tal vez, empezar a comer de forma más sana algunos días de la semana. Quizás, retirar cierto tipo de alimentos. Y paso a paso, poco a poco, ir avanzando en la mejora de la situación.
No tengas prisa ni quieras resolverlo todo en unos pocos días o semanas. Es mejor avanzar un uno por cierto cada día, pero hacerlo de forma cómoda y constante, que pretender solucionarlo de forma rápida y luego caer al primer contratiempo serio. Sino, pregúntate por qué fallan los propósitos de año nuevo. ¿No lo sabes? La respuesta es fácil: se pretende hacer enormes cambios en poco tiempo. Y eso, a nuestro cerebro le cuesta muchísimo. Te recomiendo leer este artículo que dispongo al respecto: Pequeños cambios para crear un gran cambio de vida
Si lo haces avanzando poco a poco, sin esfuerzos titánicos, con cierta constancia, tiempo y paciencia, acabarás resolviendo el problema. Te aseguro que lo conseguirás. Y con ello, lograrás una conquista personal que te hará mejorar tu autoimagen; además de brindarte mayor bienestar y paz personal.
Por eso aconsejo abordar estos problemas, que llevan tanto tiempo contigo, de forma exclusiva y enfocada. Para que puedas, como se suele decir, poner toda la carne en el asador y dar lo mejor de ti mismo.
4. Fomenta tu valoración personal
Pienso que es muy complicado ser feliz cuando no te quieres ni te valoras. Cuando piensas que tienes poco o nada que ofrecer. Cuando ves en ti muchas más faltas que virtudes.
Alguien así, tal vez de cara a los otros se pueda comportar como que se encuentra bien. Que no tiene conflictos consigo mismo. Pero en la intimidad de su interior, la realidad es que se detesta y no se gusta nada
Una persona así, ¿crees que puede estar en paz consigo misma? ¿Crees que estará satisfecha, y por lo tanto tranquila, con quien es? Yo lo dudo mucho. Y ya que sabemos que ese estado de tranquilidad interior es una de las características de la felicidad, el autoconcepto es un asunto clave en todo esto de cómo ser más feliz.
Algunas personas creen que quererse a sí mismas es decirse que se quieren, comprarse algún capricho de vez en cuando, arreglarse y tratar de no decirse nada malo. Y aunque esto está muy bien, hay que ir un paso más allá a la hora de fomentar la valoración personal.
En primer lugar, muy pocas personas reconocen sus virtudes. Sí: todas conocen cuáles son sus defectos, aquello que no les gusta. Se saben de memoria sus sombras. ¿Pero y sus luces? ¿Ven también sus puntos buenos? ¿Reconocen y valoran aquello que se les da bien, que les gusta de sí mismas, tanto o más que aquello que no les agrada?
Lo cierto es que no suele ser así. Y cuando reconocemos algo bonito en nosotros, solemos minimizarlo, porque lleva tanto tiempo con nosotros esa característica que no le damos importancia. ¡Pero nada que ver con algo que nos desagrade! Eso siempre está presente. Como a aquel que le espanta el tamaño o forma de su nariz: cuando la gente le mira, cree que le están observando -y criticando- aquella parte de su cuerpo. Cuando, generalmente, no sucede así.
Y si sucediera, ¿a quién le importa? ¿Hemos de estar contando con las opiniones de otros para ser felices, aceptarnos y reconocer nuestro valor? Porque aunque tuviéramos una nariz de tamaño desproporcionado -por continuar con el ejemplo-, ¿quiere eso decir que no le va a gustar a nadie? ¿O que no tenemos otros rasgos que sean agradables? Como los ojos, el pelo, la forma de nuestra boca, el carisma, la capacidad para resolver problemas, nuestras dotes para la organización, la empatía hacia los problemas de otros, nuestro ‘sexto sentido’ para detectar oportunidades de negocio…

Y así, hay un enorme ‘etcétera’ de cualidades que las personas tienen, pero que no son reconocidas (o valoradas), porque están asumidas como algo normal, cotidiano. Y porque nos preocupa más aquello que no nos gusta, porque pensamos que como nosotros no lo aceptamos, los demás tampoco lo harán.
Hemos de conocernos, de tal manera, que podamos decir de memoria todas aquellas cualidades positivas, y virtudes, que tenemos. Conocerlas con mayor fuerza y pasión que aquello de nosotros que nos desagrada. Valorar aquello que sabemos que se nos da bien, que nos gusta, que nos hace destacar (aunque sea mínimamente). Y las cosas que no nos terminan de agradar de nosotros, hay dos opciones posibles: mejorarlas, si está a nuestro alcance, y aceptarlas tal cual son.
Porque ambas (luces y sombras), forman nuestro ‘yo’. Y porque nadie, absolutamente nadie en el mundo es un saco de virtudes sin un solo defecto o algo por mejorar. No existe la persona ‘perfecta’ en ningún aspecto. Así que fíjate lo inútil y absurdo que es pretender serlo.
Como tampoco existe la persona que sólo tiene defectos, sin nada bueno que ofrecer.
Uno de los trabajos más importantes que puedes hacer en tu vida, es reconocer tus virtudes y talentos. Felicitarte por ellos. Admirarte. Tenerlos presentes.
Por otro lado, cuidar y mimar de aquellos aspectos que no te agradan tanto. Ser paciente con ellos. Comprensivo. Tolerante. Tal y como lo serías con una persona a quien quieres mucho, y a la que nunca hablarías mal, o criticarías, por tener algunos temas que mejorar.
Porque sabes que todo el mundo los tiene. Por lo tanto, mereces la misma comprensión que le darías a cualquier otro. Ya que tú, más que nadie, necesitas de ese miramiento por ti mismo.
Cuando te conoces y sabes que además de aquellas sombras que tienes, también dispones de luces maravillosas que te hacen brillar de distintas maneras, empiezas a verte como alguien completo, normal, al que no le sucede nada malo.
Que no es defectuoso por ser imperfecto. Y ya que el resto merece respeto y reconocimiento, tú no vas a ser menos.
Conclusiones
Como habrás podido ver a lo largo de este artículo, ser más feliz tiene mucho que ver con la forma en la cual interpretas lo que te sucede y cómo gestionas tu mundo interior.
Desafortunadamente, la sociedad hoy en día nos muestra modelos de personas supuestamente felices, que lo tienen todo (a nivel material): actores, artistas de diferente índole, deportistas de élite… Gente que está en la cima de su carrera profesional, y que en esa posición tiene dinero, fama y poder.
Pero: ¿no te parece extraño que aun -en apariencia- teniendo todo, muchos de ellos tengan graves problemas personales? Adicciones, depresión, hijos incontrolables… Vidas rotas ante el asombro del resto de los ‘mortales’, los cuales miran incrédulos esos dramas, no dando crédito a que personas que tienen tanto a nivel material, puedan llegar a ser tan desgraciadas e infelices.
Seguimos pensando que el dinero y el lujo dan la felicidad. Y aunque es cierto que siempre es preferible tener dinero, y que con él los problemas pueden ser más llevaderos, la realidad es que éstos no tienen que ver con el flujo económico que dispongas o tu posición social. Sino con la persona que eres y cómo gestionas lo que te sucede.
¿Quieres ser más feliz? Trabájate a nivel interno. Estudia las sugerencias expuestas en este artículo y busca cómo empezar a incorporarlas en tu vida.
Y si tienes alguna duda, opinión o sugerencia… deja un comentario aquí debajo y hablaremos de ello.
¡Qué maravillosa información!
Muchísimas gracias, me has aportado un montón de pautas que seguro me van a ayudar. Lo que más me gusta es que todo esto tiene que ver, directamente, con la superación personal. Es decir, que hay que cambiarse a uno mismo a nivel interno. Y esos cambios duran toda la vida 🙂
Gracias de nuevo. Un fuerte abrazo.
Hola Luisa. Cuánto me alegra saber que el artículo te ha aportado. Y efectivamente: los cambios que hagas a nivel interno, estarán contigo siempre. Así que es la mejor inversión que puedes hacer. Abrazo de vuelta.
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Gracias por tu interés, Eduardo. Te agrego a mi lista de distribución con los datos que aparecen en tu comentario. Feliz día 🙂